Fue un viernes como hoy.
Salí corriendo.
Volví a sentir la adrenalina de viajar
a lo desconocido.
El trayecto fue más bien corto porque
las palabras tienden puentes y
cuando eso pasa el tiempo se evapora.
Instalamos las casas de campaña
al pie del monte Moriha.
El eterno infinito
me regresó al principio del camino,
a recuperar el modelo original.
Reconocí mi rostro en el de los hombres
de las fogatas.
Sus historias y la mía tienen el mismo común denominador:
Peleadores a la contra
Obreros de la undécima.
Até y desaté:
Tiraste a matar y no pudiste.
Soy un hijo de la Sangre.
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